Dicen que a cierta edad las mujeres nos hacemos invisibles, que nuestro protagonismo en la escena de la vida declina y que nos volvemos inexistentes para un mundo en el que sólo cabe el ímpetu de los años jóvenes. Yo no sé si me habré vuelto invisible para el mundo, es muy probable, pero nunca fui tan consciente de mi existencia como ahora, nunca me sentí tan protagonista de mi vida, y nunca disfruté tanto de cada momento de mi existencia.
Descubrí que no soy una princesa de cuento de hadas, descubrí al ser humano que sencillamente soy, con sus miserias y sus grandezas. Descubrí que puedo permitirme el lujo de no ser perfecta, de estar llena de defectos, de tener debilidades, de equivocarme, de hacer cosas indebidas, de no responder a las expectativas de los demás. Y a pesar de ello... ¡quererme mucho!.
Cuando me miro al espejo ya no busco a la que fui, sonrío a la que soy. Me alegro del camino andado y muchas veces doloroso, asumo mis contradicciones. Siento que debo saludar a la niña y joven que fui con cariño, pero dejarlas a un lado porque ahora me estorban. Su mundo de ilusiones y fantasías ya no me interesa.Qué bien vivir sin la obsesión de la perfección!, ¡Qué bien no sentir ese desasosiego permanente que produce correr tras los sueños!.
"Ser mujer es vivir a veces al pie del precipicio y caer de cabeza al fondo del abismo con las alas, y los pies atados y con los ojos vendados. Es tener las manos cubiertas de flores mientras el corazón se ahoga en un mar de espinas. Es sonreírle al mundo entero mientras el alma triste llora. Es estar en apariencia viva, mientras en el interior a veces, casi se está sin vida. Es también mostrar que no duele la herida mientras todo tu ser gime y suspira. Es escuchar atenta palabras de aliento mientras el pensamiento sabe que muchas veces, todo es una cruel mentira.
Pero es tambén saber que Dios cuenta las lágrimas de las mujeres porque son ellas las que abrazan, consuelan, sangran, esperan y dan vida".
Sofía Loren